viernes, 23 de agosto de 2013

Muy buenas.

A veces se siente la necesidad de escribir sobre aquello que te harta. Aunque escribas poco. Y lo que más me harta es el trabajo. Más concretamente, los clientes de la empresa en la que trabajo. Y así, por vomitar un poco y librarme de ello, nace este diario web.

Trabajo en el sector de los seguros. En un departamento de siniestros.

Tengo básicamente dos tipos de clientes: los que son idiotas y los que quieren estafar al seguro. Luego hay un tipo muy minoritario: el que sabe lo que le ha pasado, ha leído la póliza de seguro que puede cubrirlo, y te llama para que le ayudes a conseguir aquello a lo que tiene derecho ni más ni menos, que es por lo que paga. Es un grupo minoritario, ya digo, y además tiene una característica de la que carecen los dos mayoritarios grupos mencionados en primer lugar: educación.

Para ir abriendo boca, os contaré muy resumida la primera declaración de siniestro que me dejó fuera de combate:

- Muy buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
- Ay, que he tenido un siniestro.
(Tras recabar nombre y apellidos, localizar la póliza y demás, viene lo bueno...)

- Bien, dígame, ¿qué es lo que ha sucedido?
- Ha caído un rayo en mi casa y me ha roto una figurita de Lladró.
?????????
- Disculpe, ¿me puede explicar con detalle cómo sucedió?
- Sí, claro. Había tormenta. Y entró un rayo por la ventana, que le dio a la puerta de la vitrina, y la abrió del golpe, y tiró al suelo mi figura de Lladró, que se rompió.

Quiero creer que la señora se encontró la puerta de la vitrina abierta tras una tormenta y, de puro idiota, dedujo que fue éso lo que le pasó. Por supuesto, la figurita no entraba en ninguna de las garantías que esta persona tenía contratadas.